"...he reconstruido el ojo de Horus después de que se hubo apagado...". El libro de los muertos

lunes, 3 de enero de 2011

Realidad o ficción

A veces la realidad y la ficción se cruzan, pero no suelen intercambiar miradas, la ficción parece erigir su rostro y su figura ante todos sin vergüenza y con dignidad, pero cabe preguntarnos: ¿cuál es su verdadero rostro? Tal vez un rostro escondido entre las sombras, un rostro que no existe, porque tal y como dicen “la cara es el espejo del alma”, ¿tiene esa ficción rostro, o es sólo un artilugio más de poder para ese colectivo que pretende mantenerse en lo más alto a costa de jugar con las personas y manipular aquello que llaman “razón?
La realidad agacha la mirada y esconde su cara: un rostro hermoso que en este caso sí que existe aunque se avergüence de lo que es, una hermosa faz envuelta en pañuelos y cadenas que lo atrapan y lo cubren escondiendo su alma, haciendo de ciertas personas simples marionetas.


La vida nos enseña a odiar, a odiarnos, a ser esclavos de una pequeña oligarquía que se mantiene “invulnerable” a costa de mentir y enseñar sonrisas llenas de dientes y vacías de sinceridad. Esa oligarquía está en las escuelas a las que acuden millones de víctimas cuyos ojos insuflan vida el primer día y el último están cubiertos por las sucias artimañas de los que fueron sus maestros.


En cualquier rincón del mundo hay un punto en común: “lo que se ve no es lo que es”.


Víctimas que firman contratos de por vida aún sin saberlo, creyendo que el mundo es como esos maniquíes nos muestran, como anuncios de televisión en que las actrices sonríen mientras limpian la basura de algunos tiranos que simulan ser el todo, cuando ni siquiera son la mayoría, como noticias de prensa que reflejan felicidad=placer y acaban arrasando cada vez con más personas.


Porque la realidad no es lo que parece, ni lo que unos cuantos necesitan gritar por miedo, porque conocen la debilidad. Creemos hallarnos en una lucha de sexos, o de opuestos, cuando “el contrario” no deja de ser una víctima más; si de la mujer hablamos la sabemos víctima de una mala escuela que la enseña a odiarse, a esconderse, a avergonzarse de lo que la hace fuerte y valiosa, si hablamos del hombre, fue víctima de valores impuestos, de un protocolo a seguir y que lo mantiene en frente de su amiga y compañera que lo mira de soslayo y aparta la mirada…
Hombres fuertes, valientes y heroicos que exhiben su torso musculoso y su poder de comerse el mundo; mujeres débiles y sensibles en privado que han de vestir cuerpos libres de grasa y ropa “chic” para optar a empleos intelectuales y se avergüenzan de triunfar, de comer, de ser naturales y de mostrar lo que verdaderamente son.


Sólo hay una constante en esta historia y es que uno puede elegir ser o no agresor, ya que conlleva una segunda persona a la que se le priva de sus derechos.
Llevar a la práctica lo que nos enseñaron en la cruel escuela de valores trastocados nos muestra que para ejercer el poder abusador hay que privar a otros de su libertad; sin embargo, la víctima muere sin matar a nadie, se hace pequeña y se arruga como una uva pasa. La víctima no tiene más indicios que su propia pena y le han enseñado a ignorarlos, por lo que cree que no ha de resistirse a lo que le ha tocado vivir.


Nos mantenemos en una guerra de dos bandos cuando debiéramos ser aliados, todos somos producto de una manipulación de unos pocos oligarcas. ¿Por qué no nos preguntamos: quién es el verdadero enemigo?


                                                                                                                                                         N.Pérez