Mirar al frente y ver sin ver o fascinarse con la magia que generan las manos de lo que podría pasar por un simple prestidigitador... Un rincón, el tono de la luz, los ojos que miran, una gruta que se abre para que podamos traspasar altos e infranqueables muros
La eterna promesa, dulce compañera que no nos abandona, la que enciende la mecha y nos deja ver una luz donde sólo había tinieblas, donde la frustración y la ceguera no nos dejaban ver más que puertas cerradas, ausencia de oportunidades, caos.
Cuando miramos bien, cuando no estamos completamente solos, tal vez por una mano amiga, por una perspectiva complementaria que nos enseña por dónde entra el oxígeno que nos ha mantenido con vida sin apenas darnos cuenta, o la simple casualidad que levanta nuestra mirada para enseñarnos la ventana natural que se abre para nosotros donde no cabría imaginar, cuando menos lo esperamos.
N. Pérez
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